Brian Tack
Estados Unidos, primera institución democrática de la historia de la humanidad, en las últimas semanas ha pasado por uno de sus peores periodos democráticos del que se tiene memoria. El 6 de enero de 2021 fue la gota que derramo el vaso, varios fanáticos extremistas del presidente Donald Trump irrumpieron en el Capitolio, símbolo de la unidad estadounidense, figura de la libertad y democracia norteamericana. La razón detrás de tal siniestro ataque, fue simplemente una manipulación ideológica por parte del actual presidente de Estados Unidos, crear una narrativa sin sustento alguno cuyo foco central es un supuesto fraude electoral, hecho que no ha podido probar en las distintas cortes judiciales del país anglosajón.
El mecanismo retórico que empleó el presidente Donald Trump consistía en causar irritación e ira entre sus partidarios, además de desestabilizar a todo medio de comunicación que fuera en contra de su narrativa con el calificativo de “fake news”, crear una esfera de anti-media y así cultivar la desinformación como herramienta para manipular e incitar a las masas y sobre todo de crear división.
El modelo de transición democrático estadounidense ha sido profundamente afectado por los recientes hechos, desde la no aceptación de la derrota electoral por parte del presidente actual en la oficina oval, que se venía venir con sus declaraciones en el 2016 sobre que en caso de perder contra Hilary Clinton este no aceptaría derrota, hasta los hechos acontecidos la semana pasada. En un país donde la fractura social y política ya es una realidad palpable, uno como ciudadano se demanda acerca de la solidez y validez del sistema democrático, no podemos dar por hecho la vigencia de la democracia, siempre debemos velar que los principios democráticos se mantengan.
La división social ha sido causada en mayor medida por el partidismo en Estados Unidos, las diferencias siempre existentes entre los demócratas y republicanos son más patentes que nunca, muchos medios de comunicación estadounidenses a su vez parcializan los hechos en vez de realizar las labores de un periodismo objetivo u honesto, estamos ante una era de la información infectada por la parcialización de los medios de comunicación que avivan la llama ideológica de las masas.
Ambos lados de la moneda poseen sus extremismos, la ideológica extremista sin importar si es de izquierda o de derecha es un tema preocupante, puesto que contienen presupuestos argumentativos que tienden a cerrar la realidad en una sola vertiente causando una falta de visión constructiva y analítica de los hechos llegando a conclusiones aberrantes de lógica alguna. El problema se agrava si los líderes políticos exaltan este tipo de ideologías, en el caso del presidente Donald Trump pujar por las teorías conspirativas de una elección robada. Habrá que evaluar si estamos visualizando una resurgencia del fascismo encarnado en la figura del presidente actual de Estados Unidos.
Las redes sociales, de gran importancia en la política del siglo XXI, han sido gestores de movimientos sociales, transmisores de mensajes y ataques políticos y sobre todo herramientas de transformación ideológica. Existe un gran dilema en nuestra actualidad, las empresas tecnológicas como Facebook, Google o Twitter han empezado a regular los grupos y sus discursos ideológicos, cuya forma de pensar pueda ser peligrosa para la democracia, ejemplificado en la prohibición de Donald Trump en la mayoría de las plataformas sociales así como sus partidarios, llegando al extremo de banear una plataforma entera dominada por republicanos denominada Parler, cuyos servidores fueron destruidos por Amazon; no obstante, ¿esto no limitaría la libertad de expresión de muchos individuos?, cabe recalcar que no todo aquel apoya a Trump, necesariamente apoya los ataques acontecidos el 6 de enero de 2021, es decir, no están en esa línea extremista de pensamiento, ¿por lo que es verdaderamente justo banear una plataforma de expresión por consecuencia del actuar de unos cuantos?, reposo esa pregunta en ustedes.
Trasladando esta reflexión a nuestra realidad social, Panamá no ha sido siempre un país democrático o soberano. Tenemos la experiencia como país de pasar a un modelo socio democrático a un modelo autoritario de la noche a la mañana, como la historia nos enseña el 12 de octubre de 1968 la democracia se nos fue ultrajada, logramos recuperarla dos décadas después tras una lucha social cuyo desenlace fue una invasión militar que nos dejó una brutal cicatriz.
Desde hace tres décadas podemos afirmar que vivimos en un sistema democrático, un modelo que refleja nuestra elección, mala o buena, los gobernantes que tenemos es consecuencia directa de nuestro voto, por eso se denomina un modelo representativo, puesto que definen la representación de una mayoría. Mucha gente suele dar por hecho el modelo en el que vivimos; sin embargo, siento que en los tiempos actuales donde los extremos nos acechan, debemos proteger lo único que nos da voz, representación mayoritaria, división de poderes y el respeto a los derecho fundamentales, eso es la democracia.